La vida dañada

Marco A. Rodríguez Valadez

Tuesday, November 06, 2007

A-penas me entiendo

Tarde soleada en la suma de los días, esta tarde cargada con el pasado inmediato. Sobre los hombros de la gente andando en las calles se avecina un paso tras otro a un destino incierto para unos, inmediato para otros. Un propósito claro el de unos, los mas de estos por la inmediatez de una vida presurosa y los menos de cuantos pueden decirse a si mimos que los atraviesa el sentido que a su vida les da una aspiración constante, nada del otro mundo.
Por supuesto que ante la pobreza hay que tener hombros de oro para poder presumir de altas aspiraciones, de esas que son reconocidas por todos. No lo es menos el amor por la familia pero de estas no son las que se venden a los ojos de los demás, para ello solo queda un reconocimiento desalentador: la mirada del hijo y la reprimenda violenta producto del constreñimiento y asfixia luego de diez horas de trabajo mal remuneradas, pero siempre imploradas. Cuántos haya afuera ya emprenden el regreso a casa solo como un paréntesis entre seis de la tarde y seis de la mañana. No es así como se supone que se vive, por lo menos eso dice la televisión, y entonces los días se suceden suspendidos como una desgracia pasajera, como una inconformidad tolerada bajo la promesa de un futuro digno.
- Por que no solo se trata de llegar a tenerlo todo, sino de poder hacerse de eso todo o de ese mínimo que remunere dignidad, si es que esto se lleva bien con la felicidad. No es que reniegue del propio suelo donde estoy parado, es que yo no me siento parado en él, sino empantanado, no es que mi pobreza me cause vergüenza, sino que se supone que la pobreza no es de nadie, es un artificio que nos hacemos yo y la mayoría de mis cercanod, por que las ganas siempre están a la mano de todos, solo es cuestión de echárselas a cuanto me proponga que las circunstancias con la ayuda de Dios siempre son favorables. Mas o menos eso es lo que me dice mi mujer una y otra vez detrás de sus desesperadas formas, me manotea y me dice que soy un idiota, que soy un pendejo y luego no se que es lo que pasa... pobre, se lo merece tanto como yo, a mi me humillan en la entrada del trabajo, en la salida y en el transcurso y luego me echan y me piden que soporte sus insolencias por venir borracho, solo un poco, y bueno... sí, le he pegado, mas de una vez y con mas que solo coraje, con dolor, con impotencia. Es que la fuerza que esta ciudad me carga en los puños con su ruido, su ajetreo obsceno y las palabrotas que no paran de decirse aquí y allá, el claxon del pendejo ese que se cree que lleva mas prisa que los cincuenta que queremos pasar la calle, y sobre todo por la cara de idiota que casi se le deforma con ese carro ultimo modelo.
¿De dónde la paciencia? Si se sucumbe a la resignación ya no se habla de paciencia. Todo esto que me queda tan claro pero no puedo decirlo para defenderme, para que se me comprenda y se me disculpe esta loza de fracaso a cuestas a cada en esta escalera a mi casa y la del metro y al del trabajo y.. ¡¿cuántas escaleras?! Total que no lo puedo decir por que no tengo las palabras, por que apenas voy un paso mas haya de mis capacidades de expresión y la lengua se me hace bolas y las ideas más y ya no quiero decir nada sino que todos se callen, y que dejen de quejarse y se vayan pues a la chingada.

1 Comments:

  • At 3:03 PM , Anonymous Anonymous said...

    Lo que escribes me suena al poema de “los nueve monstros” de Cesar Vallejo y solo para resaltar lo que escribes te pondré un fragmento de este. Léelo completo creo te agradara, en especial la ultima parte.

    I, desgraciadamente,
    el dolor crece en el mundo a cada rato,
    crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
    y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
    y la condición del martirio, carnívora, voraz,
    es el dolor dos veces
    y la función de la yerba purísima, el dolor
    dos veces
    y el bien de sér dolernos doblemente.

    Jamás, hombres humanos,
    hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa,
    en la cartera,
    en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
    Jamás tánto cariño doloroso,
    jamás tan cerca arremetió lo lejos,
    jamás el fuego nunca
    jugó mejor su rol de frío muerto!
    Jamás, señor Ministro de Salud, fue la salud
    más mortal
    y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
    Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
    el corazón en su cajón, dolor,
    la lagartija en su cajón, dolor.

     

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