La vida dañada

Marco A. Rodríguez Valadez

Friday, May 05, 2006

Estrategia, no para cualquiera

Nunca le digas a una mujer cuáles son las cosas que te conmueven.

Mucho menos te atrevas a decirle qué es lo que de ella te conmueve. Esto, si acaso logras encontrar en una mujer alguna característica, un gesto o un aspecto que lo haga. Si la encuentras, solo permítete manifestárselo con la mirada, nunca con palabras y mucho menos te atrevas a soltar una sola lágrima.

Todo lo contrario con las cosas que de ella te excitan. Señálaselas cuando las haga, y si puedes, en ese mismo momento haz que palpe la erección que te ha provocado, por encima o por dentro del pantalón. Pero cuidado, no le pidas que las haga, jamás permita que se sepa dueña de tus peticiones, de tus ruegos.

Si sabes mantener esta distancia, no dudes en que sea ella quien ruegue por darte aquello que tanto te gusta. Así jamás podrá chantajearte por que nunca estará del todo segura de tus debilidades. Para ello es necesario que refuerces un poco haciendo excepciones. Por ejemplo, si cuando se agacha le haz dicho que te excita mirarle el culo y la tanga que se asoma en ese momento, alguna vez que lo haga voltea la mirada a otro lado y procura que sea evidente que no la miraste.

Cosas como esta nos diría Eusebio Ruvalcaba, claro, si acaso lo he llegado a entender bien. Sin embargo, luego de leer Una cerveza de nombre derrota, me hace pensar que es difícil estar a la altura de la derrota, a mi siempre me ha parecido vil; la soledad seimpre me amenaza con el desespero, en él tal estado se mantiene a la altura de la virtud.

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