La vida dañada

Marco A. Rodríguez Valadez

Monday, June 05, 2006

Blanco sobre negro

Mi nombre es Escoto. En alguna ocasión un viejo me pregunto si algo sabia de un hombre que se llamó así en el medioevo, un hombre de ideas me dijo. Yo solo asentí para dar a entender que me sorprendía una coincidencia de la que yo no tenía idea.
Hay veces que me pongo frente al cuaderno y me pregunto qué es lo que quiero escribir, qué es lo que necesito escribir. Nunca doy con al respuesta, y es que en estas ocasiones la esterilidad de mis ideas no es la falta de inspiración, algo tengo claro, siempre me duele el alma, sino la falta de entusiasmo ante cualquier cosa que pueda materializar con mis propias manos.
Siempre he visto mi escritura como materia muerta, negro sobre blanco. No he sido partidario jamás de ver en mi quehacer velado, una contribución al absoluto, ni una devolución a este de una inspiración que me fue provista. Cada que escribo el alma me sangra, por eso solo escribo sobre ellas y sobre mi, nunca sobre otros.
No quiere decir que escriba sin pretensiones, de lo contrario no tendría el cuidado de tratar de hacerlo en concordancia con el latir de mis entrañas. Son pocas las veces que siento que el ritmo de mi gorgoteo interno es el mismo que el de mis letras, a esto se le llama escribir el llanto.
Mi letra es alterada, las hojas se hacen viejas con el tiempo. Una mancha de café puede cambiar la importancia de esta o aquella página. No se si me puedan entender, así de frágil son mis percepciones, así es como asumo mi sensibilidad, me choca eso que todos llaman divino, eso que los poetas pagan y pavonean a cada momento.
No soy un poeta, no soy un escritor, solo soy un pobre diablo que sufre y que en las letras encuentra un bálsamo. Siempre escondido, siempre atento a si mismo, siempre egoísta.

Bristen Coita