Borges, en El inmortal, exactamente en el capitulo IV, página 23 en la edición de bolsillo de El Aleph publicada por Alianza Editorial, dice:
Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse mortal.
No sé si es por la impresión que dejan los escritos de Borges, o por que, en si misma es impresionante la coronación literaria de siglos de especulaciones que se concentra en unas cuantas páginas, lo que da la sensación de que se reduce el problema a su más vasto contenido.
Pero bueno, veamos que es lo que nos dice en estas cuantas frases, y advirtiendo que no es más que una interpretación más, si se quiere la peor, la que aquí se da.
La inmortalidad no es mas que el deseo que se proyecta desde una conciencia de finitud; es tan radical, que necesita de su completo opuesto para concederle la añoranza a un estado de angustia.
Escuchaba hace unos días uno de los vertiginoso conciertos para piano de Bethoven. Por un instante pensé que toda caída, que todo cambio posee cierta linealidad que parece, en su desenmascaramiento, homogeneizar todo lo subsiguiente. Y en este mismo relato, Borges habla de la anulación, o más bien, neutralización de todas las acciones humanas. Una sensación de constante redimir que no termina sanando nada, por que en realidad, nada se ha fracturado. La idea imperante, más en este mundo de constante violación de lo existente como tal, es que cualquier sentido, en especial el más apabullante que es el que apunta a la aniquilación, no es más que el cobro de una deuda, ya sea adquirida con anterioridad, o en la posteridad. En otro sentido, una donación moralmente aprobable es un pago que se anula al instante, sin rastro o estela alguna que pueda calificar, o incluso esenciar bondad en el sujeto que la obra. Nuestra constitución, absorbida y diluida en el todo del devenir universal, no es más relevante que cualquier otra.
Entonces, el artilugio del que se ha valido el hombre para dotar de sentido el obrar en su existencia, no es más que ese deseo de inmortalidad. Llevando ese deseo a su especulación, insertada en la historia, Borges devela que el único movimiento que parece estar dotado de presencia, aunque sujeto a la misma absorción, es el pensamiento.
En la página 24 nos dice:
El pensamiento más fugaz, obedece a un dibujo invisible, y puede coronar,, o inaugurar, una forma secreta
Puede ser que nada de lo que hagamos signifique realmente algo, pero la dinámica del universo, fuera de su inescrutable proceso natural, se da en la libertad del pensamiento humano. Un pensamiento, proveniente de una intuición pre-estructurada, fractura la totalidad temporal. Este “dibujo invisible”, es el que se inserta y se identifica con alguna otro que se haya dado o que se dará. Esto es ya una creación de dinamismo. Movimiento que se ensambla en una forma de la cual no se tendrá noticia.
El hombre quiere ser inmortal para poder tener conocimiento de todas y cada una de esas “formas secretas” que reclama como suyas. Rehúsa resignarse a ese despojo que implica la ocultación de ellas.
Esta constante, abre una herida de la cual brota la conciencia de finitud.