La vida dañada

Marco A. Rodríguez Valadez

Sunday, December 03, 2006

Demiurgo, el primer hijo del caos.

Una historia que narraran los poetas de esa nueva humanidad, aquella que es creada hoy por los nuestros en ficciones; la de los trans-humanos, los perfeccionados genéticamente. Lo poetas de su génesis, los que relataran como su demiurgo fue aquel que nunca supo estar consigo. Productos más de la desesperación que de la perfección, de la especulación del provenir para el consuelo del presente (y no solo eso, sino para su gran ufanarse). Hijos de un Dios que nunca se reconoció en la añorada bondad del suyo (en el epílogo ya era terrorífico el desencanto).

Entonces, demiurgo de su superación, fue desterrado de ella.

¡Cuánta infamia quedará sepultada al ser mitificado! Toda la necesaria para darle dignidad a ese provenir, el segundo hijo del caos.

Saturday, December 02, 2006

Con descaro

Hay veces en las que simplemente no necesitamos nada, como si todo aquello que implicara un modo de ser, un modo de estar, fuera tan solo un modo de padecer. ¿Quién no ha deseado esto? En cierta forma es querer no existir pero sin pagar el costo que ello implica, lo irreversible.



Cada mañana ocurre lo mismo, me miro en el espejo y veo que esa forma a la que llamo mi apariencia no resulta ser tan solo eso, no tan solo algo así de superfluo, veo al par que hago una mueca que en ella me reconozco, que acaso esa forma es mi identidad. Una y otra vez es mi identidad. En el paso de los años no logro reparar en todo aquello que ahora no soy y a lo cual tan solo deicticamente podría señalar como “yo” en una foto talvez, no es esa imagen coterránea la que puede tenar toda esa elocuencia de imagos.

Que no me digan que todo eso de la identidad es tan solo un mito de provocado por alguna especie de desesperación metafísica. O que acaso es tan solo la ficción que evita la tan mentada dispersión. En cada minuto que transcurre me aferro a aquello que llamo “yo”, y no me avergüenza decirlo por que soy el primero que siente el repudio hacia ello, esto me da la licencia de proferirme en cada instante como sujeto de cuanto hago.

Bristen Coita